Tarde de julio, un frío invernal y un cielo poblado de nubes ponen un manto gris sobre el hermoso predio del Parque Batlle animando a la melancolía. Disculpen amigos panatlhetas, este artículo no es una noticia. Tampoco hay un evento deportivo de por medio, pero a veces el sentimiento escribe solo. Voy camino a las oficinas de CAFO donde desde hace años alternamos las reuniones de directiva del Panathlon Club Montevideo.
En el hermoso predio que rodea al mítico Estadio Centenario, veo un grupo de jóvenes que desafiando al frío están entrenando bajo la dirección de un adulto ya canoso. Sonrío con nostalgia; atrás, muy atrás quedaron los tiempos en que yo corría allí mismo… pero igualmente el deporte sigue metido bajo mi piel.
Entro a la reunión un poco tarde y veo una intensa actividad desplegada. Mi mirada choca con un hueco y la nostalgia da paso a la tristeza. La silla de Juan Luis Buceta, el querido “Tito”, está vacía. Esa figura, ícono del Panathlon, ya no está entre nosotros. Cuando años atrás ingresé al Panathlon no lo conocía y sin embargo, desde el primer día hubo dos personas que, sin conocerme tampoco ellos, me trataron con un afecto llamativo… e inevitablemente el sentimiento me lleva al recuerdo de esa otra persona… Mario Hopenhaym… Qué personalidades increíbles ambas !!!
Mario, integrante del Salón FIBA de la Fama, fue un formidable árbitro de básquetbol que nos representó en los Mundiales de 1966 y 1967 y también en los Juegos Olímpicos de 1964 y 1968. Y con una humildad encomiable se ponía al hombro los convivios del Panathlon Montevideo, llamando uno por uno a cada Panathleta para confirmar su asistencia. “Tito”, otro magnífico deportista, olímpico en Londres en 1948 y ganador de numerosos trofeos y copas en waterpolo, fue miembro de las últimas comisiones directivas del Panathlon, manteniendo un increíble entusiasmo juvenil en su trabajo.
Imposible dejar de pensar que más allá de estos queridos personajes, han existido muchos más en este casi medio siglo de existencia del Panathlon, que fueron dando forma a este movimiento, que fueron modelando con improntas personales el concepto del deporte en valores. Los fundadores, en tiempos donde no existía internet ni computadoras pero sí bohemia, entrega y amistad, generaron un espacio de encuentro donde nunca se tocan temas políticos, ni religiosos, ni ajenos al deporte. No conocí a Walter Pérez Soto, pero he leído muchos documentos del Panathlon, inclusive a nivel internacional, donde sus principios e ideas siguen vigentes y su nombre es referencia. Recuerdo hace apenas un par de meses a Patricia Damiani en la ceremonia de entrega de los premios Fair Play, hablando de su padre José Pedro, otro de los fundadores que dejó huella y me vuelvo a emocionar. Es que realmente en todos estos años ha habido mucha gente con la mano tendida hacia el deporte y proyectando al Panathlon como un fenomenal portal hacia la comunicación de la esencia y pureza del deporte.
Es bueno comprobar que el espíritu de esos fundadores sigue intacto. Que aún hoy tenemos entre nosotros al último de ellos, Julio César Maglione, ocupando incluso un puesto directriz de renombre en el deporte internacional; que también tenemos a otro olímpico del 48 que con 101 años cumplidos nos acompaña a menudo en los convivios; que hace poco homenajeamos a otro panathleta que con 90 años compite y triunfa en el circuito internacional de tenis. Ejemplos ellos y otros más, del maravilloso efecto positivo del deporte en su desafío natural a la biología.
Lamentablemente la vida, como también el deporte, tiene sus quiebres y hay jugadas que nadie puede evitar. Levanto la vista y veo que aparecen unos tímidos claros azules entre las nubes. Siento que el Panathlon ya tiene un gran equipo allí. Entre los últimos incorporados, además de Mario y “Tito”, recuerdo también a nuestros presidentes Alberto Lerena y Walter Sacco, así como a Alfonso Amoroso, Washington Barreiro, José Esperón, José Figueras, Juan Carlos Moro y Washington Pérez Iglesias. Todos ellos grandes panathletas y mejores amigos, que seguirán siempre en nuestro recuerdo.
En la explanada el veterano canoso grita y pide más intensidad, los jóvenes se esfuerzan, algunos bromean entre ellos, la vida sigue, el Panathlon sigue. George Villiers escribió hace años: “los recuerdos son los cabellos blancos del corazón”.
Nota: el presente artículo, escrito por Hugo Viglietti, nació con una iniciativa de nuestro Past Presidente Walter Cibils.